martes, 14 de abril de 2009

Una experiencia única


El pasado Domingo de Ramos, el primer día que podemos salir a la calle a ver las maravillosas procesiones que nos presentan las cofradías de Málaga, tuve de nuevo ésa experiencia que sólo ocurre una vez al año.


Desde que tenía 4 años, salgo en la procesión de la Hermandad de la Humildad. Recuerdo que en ésa época, yo iba feliz con mi campanita, aquel objeto que al agitar producía un sonido muy curioso para mis oídos. Todo giró alrededor de mi campanita durante las 8 horas que estuve caminando por las calles de mi ciudad, plagadas de gente que me miraba atónita, algunas personas exclamando "¡Mira qué pequeñita!", al mismo tiempo que señalaban en mi dirección. Sólo con eso yo era feliz.


Ahora, que soy una persona más madura, comprendo verdaderamente el significado de la Semana Santa. Y creo que, en esa semana, no es de vital importancia que creas o no en Dios, sino que muestres ése respeto que se merecen las figuras que van subidas en los expléndidos tronos, bañados en oro o en plata. Ante todo, respeto.


Ya no voy con una campanita como cuando era niña, sino que ahora porto una vela con la que proporciono cera a los niños felices que se acercan con sus gigantescas bolas y me dicen lo de "¿Me echas cera?", al igual que los que dicen "¿Me das la manita?" con esa dulzura infantil. Por todo esto es una experiencia única, que no se puede dejar escapar, a pesar de que a veces es inevitable, como los años que ha llovido y la salida procesional no ha tenido más remedio que cancelarse.



Nunca olvidaré esos días, ni siquiera el sonido de mi campanita.
Por: Vanilla

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